martes, 26 de abril de 2022

INVIERNO

 



Si fuera
palabra, sería deseo.
Sin titubear me lanzaría a este vacío
para perderme eternamente
en el colosal universo de tus brazos,
ahí donde tu inmortalidad esconde
todas las vidas en las que morí.
Vengo de la guerra de mis propios mundos
donde la ceguera originó por mi mano,
la desdicha.
Llevo mis ojos cansados de mirar en vano,
mi frente marchita de tanta ignominia
y mis pies mojados de caminar ausentes
arrastrando un silencio profundo
que se olvidó de latir.
Sé que en cada atardecer
dónde mi piel refleja la lluvia,
tú me guareces
y abrigas mi alma de toda aflicción.
Sabes que cuando el invierno se resiste a ir,
regreso al lecho donde una vez se durmió la aurora
y le rezo al céfiro
para que de ti ya no me pierda.
Solo con pensarte entre las líneas de mi mente vagabunda,
me convenzo de que no hay amor más grande
de aquel que, sin tener, vive en mí.
Quiero descansar a orillas de ese mar
en calma cuando mágicamente tú me miras,
volver al origen donde tu pensamiento me creó.
Quisiera tallar la esencia de mi alma
con la precisión de tus manos,
yacer en el sinfín del interludio
donde escuche únicamente tu corazón.
Ora al cielo para que el color de su seno
me despoje de tanta humillación
y así huérfana de toda bajeza
me ofrende a las arenas del tiempo
para convertirme en esfinge divina de tu amor.