viernes, 3 de junio de 2022

MI AFORISMO



Como el último rayo de sol 
que lucha por quedarse, 
como el viento entre las montañas
que deja escapar su silbido 
para mostrar que aún está vivo.
Como esa gran ola que rompe 
hasta hacerse pequeñita 
dejando su espuma sobre el amor,
como esa tierra tan árida 
que se resquebraja
dejando paso a una flor.

Así, así me siento.


Llueve,

últimamente siempre llueve 

aquí dentro y 

no es más que mi pecho

quien busca sus dos minutos de gloria 

en los jueves de alguna próxima estación.

Pero escucha,

eso que late muy bajito,

eso,

eso soy yo.

Si, sigo aquí.


Mañana tal vez me olvide de ti

y luego cierre mis ojos otra vez.

Puede que vuelva a gritar

para que el eco me recuerde mi nombre

o quizás hasta me deje arrastrar 

por algún verso de Alfonsina 

para naufragar las dos.

A lo mejor me siente debajo del árbol

a esperar que su madre me cuente 

como del polvo volveré algún día aquí.

Acaso hasta me convierta en una breve línea

de una verdad que siempre,

siempre fue a medias.

Ahora vuelve a escuchar,

eso que late muy bajito,

eso,

eso eres tú.

A pesar del tiempo,

si, sigues aquí.


Llueve,

últimamente siempre llueve aquí dentro.


Autora: Mariana R.Regueiro.Ariel


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Mi aforismo by Mariana R.Regueiro.Ariel is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.
Creado a partir de la obra en https://vuelvoamimar.blogspot.com/2022/06/mi-aforismo.html.

miércoles, 11 de mayo de 2022

VUELVO A MI MAR


 

No hay norte ni sur de donde provengo,

solo un arpegio que nace en el alma

para devolverme a mi seno.

Tus ojos la noche que arremolinaron

entre las mareas mis cabellos,

tu mirada el amor que una vez me juró el tiempo.

Regreso,

al ocaso de tus besos,

allí donde mi madre la luna

nos desposó sobre el arrecife del firmamento.

Traigo conmigo la nostalgia

de un mundo sin cielo,

pero aún conservo la mitad de tu corazón

azul, tan azul, como este mar al que pertenezco.

Toma mi mano naufragante,

dale asilo en el arrecife de tu pecho,

viste mi desnudez de los corales

que se mecen en el canto de tu sentimiento.

Tómame entre tus brazos y devuélveme

a la profundidad de tu amor eterno,

no me dejes morir a la orilla del desconsuelo.

Mis pasos se quedarán varados

en los médanos del silencio,

mientras un crisol bautizará mi cola

con los siete mares que me obsequiaste,

al abrir mis ojos aquella noche de un domingo

de febrero.

Enhebra mis lágrimas en el arrullo de la espuma

y regresa la dulzura a mi voz

para que mi canto se abra paso entre tus olas.

Posaré para ti sobre los acantilados,

mientras peinas de ilusión la infinitud

de todos mis anhelos.

Regreso,

a las mareas de tus ojos negros,

para navegar en aquel sueño

donde con tu inmenso amor

 me construías un imperio.

Autora: Mariana R.Regueiro.Ariel 

A veces soñamos y otras nos vemos en mundos paralelos.

Este poema esta basado en una experiencia única que tuve al cerrar mis ojos hace años.

Hay cosas que no pueden explicarse, pero si se pueden escribir en versos . Licencia de Creative Commons
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Imagen extraída de internet.



jueves, 5 de mayo de 2022

Declamación del poema "La casa del árbol"

 


LA CASA DEL ÁRBOL

 


 

No sé, de qué color hubieran sido las rosas,

pero si cierro los ojos podría jurar que la felicidad

también lleva espinas.

Bajo los frutos de abril de aquella vieja encina,

se quedaron las risas girando en remolino

y un banco imaginario repleto de estrellas

para escuchar los grillos.

Perdí la cuenta de tantos pasos que dimos

midiendo el futuro con un trazo del destino,

sin embargo,

los cimientos aún se leen en las líneas de la tierra,

mientras bostezan esperando los olivos.

Rechina en la memoria el zaguán de los sueños

y un olor a hierba fresca perece en las lágrimas del rocío.

Entre las hojas de un cuento se quedó la casita

tan pequeña y bonita, de madera de algún cedro.

Tras la ventana una vela vislumbra el silencio,

los fantasmas se abrazan a los pies del pico del último cerro.

Almendros en flor se hamacan por debajo del viento,

mientras los besos descansan por siempre,

bajo la vigilia de un pozo minero.

No sé, de qué color hubiera sido contigo la vida,

pero si cierro los ojos podría jurar, que como las rosas

que nunca tuvimos.

Autora: Mariana R.Regueiro.Ariel 

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Muhammedsalah

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martes, 3 de mayo de 2022

Parti dos

 



Cuántos fueron?

Diecisiete.


Diecisiete madrugadas sin dormirte,

 ojeando tus hojas a oscuras y

 leyendo tu historia al revés.


Diecisiete, sí.

Diecisiete las veces que quise perderme 

y en todas las esquinas

me esperaba cualquiera menos tú.


Diecisiete, verdad.

Diecisiete las oportunidades que perdí de olvidarme

 y ahora no hago más que intentar no recordarte.


Diecisiete, tal vez.

Diecisiete creo que es buen número de veces

 que intenté dejar de pensarte cada vez que me fui.


Diecisiete, recuérdamelo.

Diecisiete los nones que declararon la guerra,

 cuando ni siquiera conocía la paz.


Diecisiete, cuenta.

Diecisiete basta para mí y nunca te encontré, 

preferí el lado roto de la pared que me sostiene 

y espera un piedra libre.


Diecisiete, que sí.

Diecisiete razones para perder la razón y entre tanta locura,

 me perdí entre las razones de por qué estoy aquí.


Diecisiete, interminables.

Diecisiete granos de arena que se pierden entre mis dedos

 mientras veo como el mar se lleva los sueños.


Diecisiete, supongo yo.

Diecisiete los momentos en los que tal vez 

quieras guardarme en el segundo o 

el tercer cajón dónde se quedó la felicidad.


Diecisiete, y se terminó.

Diecisiete noches con sus días

 para volver al instante donde todo comenzó

 y reconciliarme con mis ojos 

que pecaron de mirarte con amor.


Diecisiete, para mí.

Diecisiete los latidos que me cuentan 

cuanto te amó este estúpido corazón.


Diecisiete, para ti.

Diecisiete puñaladas que dejó el ojo de cristal 

sobré mi esencia ,

 mientras las risas ardían sobre la piel.


Diecisiete, para los dos.

Diecisiete lágrimas de helio que se convirtieron 

en astillas de esa cama de árbol que hiciste con amor.


Diecisiete, que acabe pronto.

Diecisiete son los días para que

El duelo acabe con los dos.

Mariana R.Regueiro.Ariel .


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martes, 26 de abril de 2022

INVIERNO

 



Si fuera
palabra, sería deseo.
Sin titubear me lanzaría a este vacío
para perderme eternamente
en el colosal universo de tus brazos,
ahí donde tu inmortalidad esconde
todas las vidas en las que morí.
Vengo de la guerra de mis propios mundos
donde la ceguera originó por mi mano,
la desdicha.
Llevo mis ojos cansados de mirar en vano,
mi frente marchita de tanta ignominia
y mis pies mojados de caminar ausentes
arrastrando un silencio profundo
que se olvidó de latir.
Sé que en cada atardecer
dónde mi piel refleja la lluvia,
tú me guareces
y abrigas mi alma de toda aflicción.
Sabes que cuando el invierno se resiste a ir,
regreso al lecho donde una vez se durmió la aurora
y le rezo al céfiro
para que de ti ya no me pierda.
Solo con pensarte entre las líneas de mi mente vagabunda,
me convenzo de que no hay amor más grande
de aquel que, sin tener, vive en mí.
Quiero descansar a orillas de ese mar
en calma cuando mágicamente tú me miras,
volver al origen donde tu pensamiento me creó.
Quisiera tallar la esencia de mi alma
con la precisión de tus manos,
yacer en el sinfín del interludio
donde escuche únicamente tu corazón.
Ora al cielo para que el color de su seno
me despoje de tanta humillación
y así huérfana de toda bajeza
me ofrende a las arenas del tiempo
para convertirme en esfinge divina de tu amor.




jueves, 3 de febrero de 2022

EL LIBRO

 

 


Otra vez es martes, otra vez a las 19:25,

puntual entra a ojear el mismo libro.

Sus visitas ya forman parte de un ritual y hasta puedo adivinar cuál será el siguiente movimiento de sus manos. Inevitable es que mi atención se quede plasmada como si el tiempo se marcara con su dedo índice, que con una suave caricia compone música.

Sus ojos decantan una dulce tristeza, como si añorasen algo o a alguien que se esconde entre esas letras. De vez en cuando dedica a mi silencio un suspiro, en el acto su respiración se detiene por un breve instante y es cuando llega el momento más esperado, sus labios se separan y musita un nombre, que aún no puedo descifrar. Su perfume se pasea entre los libros hasta llegar a mí como una brisa húmeda de mar, se queda prendado a mi ropa como un atardecer de olas calmas, de colores intensos y gotas de nostalgia.

En cambio, ella jamás se percata de mi presencia, ni mucho menos de mi mirada indiscreta. Más bien continúa abstraída, como si un mundo diferente cautivara su alma y la llevara al mismísimo limbo.

Me he preguntado tantas veces por qué ese libro, ese que permanece en el mismo lugar donde lo deja cuando se va y nadie vuelve a tocar, ni yo misma que nunca me he atrevido a ojear. Sé que se trata de un libro de poemas de un autor que escribía a un amor al que jamás pudo conocer, pero al que prometió esperar más allá de todo espacio y tiempo. Algunos críticos dijeron que, entre la travesía de su amor y la locura, solo podía existir un nexo, el canto de una sirena.

Desde la breve distancia que me separa hasta su esbelta figura parece haber un abismo insondable al que no puedo llegar por más que desee, su pelo inexplicablemente se ondea como si viniera envuelta de trazos de viento y su mirada podría jurar que lleva destellos de millones de lunas.

Confieso que más de una vez he salido tras ella y la he buscado entre los rincones del pueblo,

bajo los cielos estrellados o bajo la misma lluvia. Jamás he podido dar con ella.

Podría jurar que esta vez algo en el entorno de la librería es distinto, una luz discurre entre todos los libros y es entonces cuando la escucho cantar una melodía que embelesa y encanta al mismo tiempo. Lleva su mano derecha al pecho tomando un dije de coral, mientras que la otra descansa con una delicada paz sobre el libro y es cuando me atraviesa un sentimiento de amor infinito que me hace romper a llorar.

Eso es lo último que recuerdo antes de perder mi conciencia y despertar en el suelo.

Ella ya no estaba allí, sin embargo, su aroma aún me invadía al acercarme al libro que había quedado abierto sobre la mesa. No pude evitar esta vez leer el último párrafo que decía:

“No penes más por mí, amor, no hay tiempo ni distancia que ya puedan separarnos. A las 19:25 de aquel martes, cuando dejaste este mundo, yo también morí contigo. No hay amor más grande que aquellos imposibles que los que canta una sirena.”

El libro sigue en el mismo lugar desde aquel día. A ella ya no la he vuelto a ver, sin embargo, cada martes a la misma hora, la recuerdo.  

                                                                            Autora: Mariana Rodríguez Regueiro. Ariel Licencia de Creative Commons
El libro by Mariana Rodríguez Regueiro . Ariel is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-CompartirIgual 4.0 Internacional License.
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Imagen extraída de internet.