En la
penumbra de una sala que evoca el sentimiento,
Un violín
llora en sus acordes su lamento.
La rosa de
su pecho en su ansia se desangra,
Ocultando la
mirada bajo el ala del sombrero.
Tacos de
aguja que desbordan la pasión que anuncian,
De la grana
de su boca un hilo de humo lo convoca.
Girando en
el vuelo de sus hombros los deambula,
Deslizando
su tacto por el púlpito de su espalda.
Pondera
altiva su belleza provocando sus sentidos.
Es su mano que
se ciñe, al compás de su cintura
Quitando el aire donde calló la alondra.
Entrelaza
sus dedos a la piel curtida por su hombría,
El bacán con
su perfume la enamora.
Las teclas
de un piano confabulan en la entrega
Aventando el
saco, con la pena que lo asiste.
La seducción
se sirvió en la copa de vino que lo embriaga,
Para beberse
el alma en su último conjuro.
De carmín se
pintó el tallo, con el rouge de sus labios,
Mordiendo
entre dientes la pasión de un aliento.
Entre taco y
quebrada se fraguaba el deseo,
Donde el
tajo de la falda lo aprisiona a su desvelo.
Las caderas se ciñeron a los giros de su estampa,
Para dejarlo
caer de su boca hasta su pecho.
De su pierna
atrevida una liga le regala
Descubriendo
el arte que el amor baila.
Bajo la lira
de una luna eclipsada;
La última
pieza de un bandoneón, en los versos se declara.
Silenciando
la noche las luces se apagan;
Muere el
tango del desamor, en los brazos de su amada.
Autora: Ariel
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