La vergüenza se tapó los ojos
y olvidó maquillarse,
lo decía su sonrisa
mientras me desnudaba.
No valieron medias de punto
entre sus manos recias
y el emblema de mis muslos.
Sabíamos,
que para cuando pase el temblor,
mis lunares
estarían próximos al descaro.
A tan solo un palmo de mi vientre,
me debatía entre la vida
y esa muerte pequeña
de la que bien supo cortejar su boca.
Dígame que si,
que mis dedos
fueron diminutos pasajeros
entre su pelo
y la séptima maravilla de mi éxtasis.
Esto se lo robé a su pensamiento
mientras me suspiraba.
Su mirada,
esa si,
un cable a tierra a otros mundos
y de fondo un sol colgante
entre mis senos y su pecho.
En angulo fiel a sus caderas,
se definieron trapecistas estas piernas.
Ni que decir,
de lo que quedó todo dicho,
cuando mis uñas
escalaron por su espalda.
Y aunque el tiempo
se condenaba tirano,
se hizo eterno al posar caricias
sobre el lienzo de la calma.
Fue usted quien ganó todo derecho,
mientras los roces,
llegaron hasta a mí
sólo por arte de magia.
Autora: Mariana Regueiro. Ariel
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