Saqué de un saquito de gasa
el tiempo más preciado
que tenía guardadito,
junto a los colores
que suelo usar para pintar el cielo,
el brillito que a veces le regalo a la luna
cuando está apagadita
y las gotitas de rocío
que me piden las flores
cuando están de antojo.
Usé la receta de mi abuela
para hacer miguitas
y con mucho cuidado
fui dejando un caminito
como el de Hansel y Gretel.
Me senté a esperar sin tiempo,
porque todo el que tenía
lo di al invierno más lejano
para que llegara algún día
a ser primavera.
Hecha un bollito
me anudé los dedos,
dejando al silencio sentarse
en mis piernas
y me hice tan chiquitita
como pulgarcita debajo de su seta.
El invierno,
parecía ser el más largo de todos,
tanto así,
que mis latidos se apagaban lentamente,
mi piel ajada por
tantos vientos
iba marchitándose
y mis ojos no supieron ya de ningún brillo.
No sé en qué momento las miguitas
se hicieron hojarasca
y se volaron a otros senderos.
ya no recuerdo,
que me llevo hasta ahí,
ni dónde fue que me convertí en destiempo.
Sólo sé que cada tanto baja el cielo
y pinta mi pelo,
la luna me espolvorea con un brillo que me
suena a algún lejano recuerdo
y unas flores pequeñitas
bailan a mi alrededor,
mojando mis ojos
con gotitas de un rocío
de algún olvidado reflejo.
No sé,
no sé que hago aquí.
Pero algo me dice
que era importante
y aquí me quedo sentada sola
esperando desaparecer.
Autora: Mariana Regueiro. Ariel
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