Corazón empecinado que buscaba sin vigilia,
entre arlequines moribundos un sollozo frustrado.
Retrasaba el sol su salida, mientras la luna tras el monte se escondía,
cantaba la aurora bajito, mientras las puertas del cielo se abrían.
Sonrosados dedos, doblaban las olas del océano azulado,
nostálgica la tiara bendecida con la pluma de un pájaro ufano.
A ciegas el cinturón de Orión caminaba por sus aguas,
mientras ella con su toga de rosario al logo le oraba.
Entre granos de arena, se volaba la pena en la nebulosa del engaño,
desgarrando el pecho el inframundo se sentaba a esperarlo.
En carro de fuego viajaba su amor exultante,
como si fuera su arte esquivar al maldito destino.
Se alineaban los planetas en el bordado de su vestido
y de sus lágrimas las perlas se hicieron estrellas al borde del camino.
Mientras el mundo a oscuras rodaba sin eje,
se citaban en secreto los amantes entre la noche y el día,
Para abrazarse a escondidas, de puntillas sobre las tres Marías.
Autora: Ariel
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