miércoles, 10 de octubre de 2018

PETRICOR




Pasó un ángel,
pasó el tiempo,
pasó la vida,
pasaste tú. 
Se guardó 
la última gota de lluvia,
una brisa con sonido a río
y un claro de luna de dos. 
Cada noche entraba polizón 
un vago recuerdo
a su corazón,
 con aquella nostalgia abatida 
que tarareaba
 algunas notas de una vieja canción.
De tanto en tanto 
se tentaba la mirada 
y caía en la cuenta 
de tanta agua que corrió,
podría decirse
demasiada entre los dos.
Pasó la última de las tormentas,
se llevo todo
y nada,
 nada dejó.
Pasó un ángel,
pasó el tiempo,
pasó la vida,
pasaste tú.
Pasaron distraídas las palabras
y sin decir nada
el mundo de su boca se enmudeció.
 Como baluarte de su existencia
unas pocas caricias
y unas manos frías en alguna descreída oración.
Pasó un beso mojado 
temblando de frío
y entre líneas de unos versos 
desapareció.
Pasó el último tren del encuentro,
pero eso sí,
le dejó un halo de luz,
unas líneas costeando sus ojos,
varias enseñanzas
y una ausencia.

Pasó una lluvia eterna
y aún en su piel
siete vidas después,
 sigues siendo




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