En un tarde de lluvia de invierno. Esas donde el silencio se
instala en el aire, mientras que, el ruido a la lluvia solo es el sonido de
fondo, y el olor a la tierra mojada se impregna en los sentidos dando pie a los
sentimientos a volar.
Selene caminaba por el bosque dejando que la lluvia la
acariciara.
Sus pasos pequeños sonaban sobre las hojas caídas, mientras
de sus ojos brotaban las lágrimas, que se mezclaban con las gotas de lluvia.
Ella solo quería poder acabar con su vida, terminar con el
dolor que tanto le afligía.
Y en ese instante de desesperación, un milagro aconteció.
Desde el otro lado del mundo, bajo el mismo cielo, Sol
corría sin mirar atrás solo quería escapar de la muerte que lo perseguía. Su
sangre estaba contaminada por los odios que él mismo creía.
La lluvia cubría su piel mientras la congoja de su llanto lo
ahogaba. Y en ese breve instante de desesperación, una luz se cruzó en su
camino.
Milagro o casualidad o quizás, algo que por dios estaba
escrito.
Dos sitios diferentes en el mundo se cruzaron por un
instante, dejando a Selene y a Sol frente a frente, haciendo que sus miradas se
fundieran en una dimensión desconocida.
Dos almas que se reencontraban en una misma vida.
Él tomó sus manos y las llevo a su corazón. Ella besó su
frente y se abrazaron bajo la misma lluvia.
Unas milésimas de segundo bastaron para que se abriera un
canal, para que Selene y Sol se hicieran compañía.
Desde ese día, cada tarde de lluvia, los dos se buscaban
encontrándose en secreto bajo la bendición de la lluvia que los cubría.
Selene descubrió que aún había una razón por la cual vivir,
quería darle a su Sol de vuelta la vida.
La conexión se hizo tan fuerte, que ella volaba en sueños
hasta él, vestida de blanco. Él sentado en su cama la esperaba cansado, ya casi
sin fuerzas, sin querer entregarse a la muerte solo para verla.
Ella de luz lo bañaba, sanando su sangre, con el amor que de
sus manos brotaban. Sabía que en cada visita que le hacía, de su misma vida se
desprendía.
Pero si debía morir quería hacerlo por amor, dándole su
energía a quien tanto quería.
La noche en la que él, de su enfermedad se curó, la esperó
durante horas con su ventana abierta. Pero ella nunca llegó. Solo la luz de
luna que, sin permiso, entraba abrazándolo en su cama.
Selene nunca más volvió. Él ahora la recuerda mirando la
luna desde su ventana. Abrazando a Selene, aunque ya no la pueda ver.
Autora : Ariel
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Creado a partir de la obra en http://vuelvoamimar.blogspot.com.es/2015/08/selene-y-el-sol.html.
Amor
ResponderEliminarAlegría
Tristeza
Lucha
Besos
Ungüentos
Vida
Muerte
Componentes invariables de esta vida.
Un gusto, Ariel.
***
Es un milagro formado de todo lo que citas. Muchas gracias por tu gentileza . Ariel
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